Las quebradas de mi pueblo
Un día en la Quebrada de Suyo |
Los ríos, las quebradas, los arroyos... se llevan consigo el pasado que va cayendo con
la gravedad de lo que no nos hace falta, el agua se estanca y da vueltas en las
lagunas de los recuerdos, en las mismas en que nos hemos bañado una y otra vez. Recuerdas la laguna de patos, la chinchay, el banden, el habillo, la pungala, la de los soldados, y tantas que ya se llevó el agua en sus recuerdos.
Las quebradas de mi pueblo son recuerdos
que simulan extinguirse como la luz de una luciérnaga. Ellas reviven en cualquier aguacero que cae del cielo y besando los cerros van cuesta abajo entregando sus sueños a nuevos causes. Quebrada mía sigues
viviendo a pesar de los años. Como algo que nunca se quiere olvidar, como alguien que te recuerda cada vez que te ve.Que te entristece. Que te llena de nostalgia. Que te refresca al tocarte. Ya estás
vieja, cansada; pues no has cumplido con llevarte el nuevo puente. ¿Recuerdas
cuando enredaste los troncos del pasado en el verano del 83? Halaste con todo y
te llevaste el puente. Ese puente; el de los gringos. El de concreto. Tantas
veces acaricié la estructura de los pasamanos corriendo tras las cabras que arriábamos
con la abuela. Tal vez creíste que el puente era un recuerdo y te lo llevaste
también. Junto con el agua, junto con lo que
creíste que ya no nos hace falta.
Las cabras por
la mañana lamían tus andadas, los ganaderos, los arrieros, los camiones en
tránsito hacia la frontera. Mis caracoles trepaban los muros que dejaste en pie del puente, cerca al habillo
grande, que te admiraba. Debajo las lavanderas exprimían las sábanas; las que
reposaban luego sobre las piedras de las orillas para que el azulino que se conseguía en Macará, las vuelva
blancas como la risa de un niño mirando al sol.
Sigues ahí quebrada y seguro quien te lea en estas letras te recordará en las aguas de la memoria y bajará contigo hacia los mares del infinito recordar.